domingo, 7 de diciembre de 2008

DOS TRADICIONES PERDIDAS



Últimamente, y más con las fiestas navideñas en la esquina, uno se da cuenta de que las tradiciones se van perdiendo sin remisión. Muchas carecen ya del sentido que tenían y otras ya están perdidas para siempre. Tradiciones que se vivieron intensamente en su época y que fueron muy importantes para las personas que las celebraban, pero que hoy día han caído en el rincón más oscuro del baúl de los recuerdos colectivos. Nuestra sociedad occidental y europea va perdiendo los valores tradicionales a favor de unos valores claramente comerciales. No descubro nada nuevo cuando digo que la Navidad y la Semana Santa, al menos en Europa, han perdido ya gran parte de su sentido religioso y se han convertido en unas fechas exclusivas para gastar dinero la primera y en un adelanto de vacaciones las segundas. También es triste pensar en la multitud de fiestas que ya han desaparecido del calendario acompañadas de las tradiciones que hoy día ya nadie conoce.

Aquí me gustaría resaltar dos tradiciones que se han perdido y que se solían llevar a cabo tal día como hoy, es decir, los días 7 y 8 de diciembre. Pasemos a ver la primera.

En Colombia el día 7 de diciembre tienen una particular costumbre, encender en las ventanas y en la calle una serie de velitas y farolillos rojos como celebración de la víspera de la festividad de la Purísima Concepción de María, que se celebra el día siguiente. Es una curiosa costumbre que siempre me ha llamado la atención y que pocos me han sabido decir cual es su origen. Hasta ahora yo pensaba que era una fiesta originaria de aquellas tierras, pero hoy, hojeando el Costumari Català del inefable Joan Amades, me he encontrado con que esta celebración con velitas se había realizado en Catalunya tiempos atrás y que por desgracia se ha ido perdiendo en nuestras tierras. Pero no se ha perdido allende el atlántico, donde ha perdurado al menos en territorio colombiano. Es un ejemplo de que las tradiciones cristianas antiguas se llevaron al nuevo continente y arraigaron profundamente allí hasta nuestros días. En cambio aquí en Europa las antiguas tradiciones se han ido perdiendo o bien se han ido trastocando en fiestas meramente comerciales, sin sentido religioso o tradicional alguno.

La celebración en Catalunya del encendido de luminarias el día siete tenía un origen secular y nos cuenta Amades que la festividad de la Purísima Concepción fue una fiesta muy señalada para la población, conservándose la tradición hasta el siglo XIX. Se anunciaba la solemnidad de la fiesta con un repiqueteo de campanas hasta el toque de oración celebrado a la caída de la tarde. Tras la celebración de la liturgia la gente encendía en las ventanas y balcones de sus casas, unos pequeños recipientes de barro recubiertos con material refractario, provistos de aceite y cordoncito de algodón o cáñamo. Las personas con más dinero o mejor posición social acostumbraban a quemar velitas de cera, que solían ser mucho más caras.

La otra curiosidad perdida era la costumbre de poner el día 8 en las puertas de las casas, a modo de saludo y bienvenida, un cartel con la leyenda de Ave María Sin Pecado Concebida que reafirmaba la fe de los habitantes de la casa y que se acostumbraba a cambiar cada año con cierta solemnidad. En las tiendas, el mismo día de la Concepción, se colgaba en la entrada del establecimiento un cartel con un jeroglífico, que se solía también cambiar cada año, y que tenía por objetivo ponderar la devoción de aquellas personas por la Virgen y su Concepción. Aquí les presento par de estos carteles y jeroglíficos, publicados en el Costumari Català y que fueron propiedad del autor. En el jeroglífico podemos ver este tipo de carteles e intentar descifrar lo que quería decir. Esta imagen, que por sus grafismos parece pertenecer al siglo XVIII, es una curiosidad ya olvidada. La traducción del jeroglífico sería: “Todo el mundo en armas aclama esta flor y dice que sois concebida sin pecado original” La interpretación pertenece al propio Joan Amades.

Como anécdota final me gustaría comentar que en el siglo XVIII la gente en Barcelona iba visitar el día de la Purísima el castillo de Montjuïc y la desaparecida Ciutadella, fortaleza militar erigida por Felipe V para controlar a la díscola ciudad Condal. Esta tradición, cita Amades, era debida a que: “... el rey Carlos III había declarado a la Virgen de la Purísima como patrona de los dominios españoles; por eso la tropa vestía de gala las fortalezas, tirando salvas de cañonazos reglamentarios y permitiendo al pueblo visitar fortalezas y castillos.”

Es obvio que las sociedades evolucionan y los parámetros cambian y se adecuan a los tiempos que les toca vivir. Hoy día, por ejemplo, veríamos como algo baladí poner los cartelitos con jeroglíficos en las tiendas y en nuestras casas. Hemos perdido tradiciones propias importando tradiciones ajenas que poco o nada tienen que ver con la idiosincrasia catalana o española, como por ejemplo el regalo del 24 de diciembre, traído por un Papá Noel extraño a nuestra cultura o bien el árbol de navidad, costumbres éstas de latitudes más septentrionales y que han ido extendiéndose por todo el mundo.

En fin, es inevitable que las tradiciones mueran, no podemos hacer nada por ello, es el precio que hay que pagar por la evolución social. Pero sí que podemos evitar que caigan en el olvido y animar a que los folcloristas, como Joan Amades en su momento, recojan las que todavía se conservan y las guarden como un tesoro de un gran valor histórico, tradicional y patrimonial. Esperemos que así sea.

Salud, The Damned.

Bibliografía:

Costumari Català, vol. XVI Desembre. Joan Amades. Edicions 62 , Barcelona.

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